Después de una noche extraña, la salida del sol ha sido bastante sangrienta. Debo admitir que sangrar y llorar al mismo tiempo es una combinación mortal. De la misma manera, la angustia y la sangre vienen de donde no sé, con un motivo que desconozco, pero con una intensidad y consistencias arrolladora.
Después de tales vómitos viscerales intento invocar a la cordura, mas no la hallo en el espejo, allí no está y quizás no haya estado nunca. Quizás siempre ha sido una máscara, un show que monto sobre el escenario cotidiano de la monotonía destructiva y tan poco sanadora. Esforzarse por aparentar sensatez y discreción para sobrevivir en el escenario es estar loco por propia elección. Y quizás no he hecho mas que eso. Al fin y al cabo, aquel rostro maternal que duerme impasible nunca ha visto detrás de la máscara, y yo sonrío mientras la veo y pienso: "Tranquila, solamente te oculto mis horrores".
El agua lava la sangre, lava también los ríos lacrimosos que desprendo en soledad.. Pero será capaz entonces de lavar mis adentros...? De ahogar a los insectos que me habitan cada día mas?
Salgo al sol con la esperanza de encandilarme de luz y caminar adormecida... indiferente a las sombras. Pero cuánto duele en los ojos tanta luz, cuánto duele...
Camino taciturna, respirando las primeras brisas del día.. y mientras todos duermen yo intento sanar. El silencio del mundo sube el volumen a mis pensamientos, y lucho para calmar en ellos la tempestad. Entonces, a la sombra fresca de un árbol decido llenarme de la luz del alba, todo duele menos con el espíritu adormecido... Y pregunto entonces a mi otro yo, al que grita... "Cuánto tiempo más te dejarás azotar?"
miércoles, 20 de enero de 2010
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1 comentario:
el solo puede quemar hasta matar esas lagrimas congeladas en el tiempo...
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