Me soñé una tarde entre muchas personas. Bajo mis pies se extendía un amplio campo cubierto de otoño. Los árboles eran abundantes, recuerdo que se balanceaban por una brisa fresca. En un momento, cuando quienes me acompañaban se distrajeron, yo me escabullí entre dichos árboles, con la intensa sensación de que había algo más allí que debía ver. Me encontré de pronto en una larga galería que parecía no tener fin, la cual estaba delimitada por dos hileras de enormes árboles a cada lado. Era una tarde gris, y aquel paisaje no parecía tener fin. Comencé a caminar siguiendo el longuísimo sendero de la galería arbolada, hasta que de pronto me detuve -no sé el motivo- y miré hacia mi izquierda, hacia adentro de los árboles. Sentí de alguna manera que debía entrar allí, y luego de cerciorarme que nadie me seguía y de que no habían notado mi ausencia, me dirigí tranquila y espectante hacia ese nuevo camino.Cuando atravesé al fin la arboleda, lo que vi fue increíble. Era un campo llano y sin árboles, lo cual dejaba ver claramente el cielo, inmensamente calmo y bello, comencé a caminar sintiendo el viento moverme el pelo, observé todo maravillada.. De repente miré hacia adelante de mi, allí parecía terminar aquel terreno descendiendo en una barranca. A lo lejos se observaban vastos paisajes.. y para mi sorpresa, en la cumbre de aquella barranca se encontraba una figura sentada, admirando el paisaje. Caminé con temor, pero impaciente hacia ella y me senté a su lado. Lo reconocí de inmediato, pero no me sorprendí. Sonreí y admiré con él la lejanía que se extendía frente a nosotros, lejos de todos y en secreto. No sé si realmente desperté.
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