
Ella era una flor mas en el estampado de aquellas sábanas,
y allí forjaba un jardín de aromas confusos,
pero de encantos tibios y maternales.
Los ojos cerrados, el respiro leve y constante,
el alma tan liviana, tan liviana y tan calma...
Después de los regalos que la Noche me trajo,
llegó el sopor dubitativo de la mañana..
y yacía junto a mí aquel cuerpo,
y también el temor a que se acabe el sueño.
Como un espejismo en un desierto grisáceo
temí a la suavidad de sus manos perladas,
no quise palpar su figura blanca y luminosa
y que la visión frente a mi ojos dulcemente se disipara.
Y el sueño continuó por algunas horas largas
con el palpitar nervioso que me provocaba observarla,
hasta que mis manos obligadas se dirigieron a despertarla
y con ella desperté yo, esperando volver a soñarla.
1 comentario:
qué buen post! qué buen post!
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